viernes, 1 de julio de 2016

Una Saca de Soria aparatosa por Ángel Águeda Sánchez



Ayer, jueves 30 de junio, era La Saca de Soria, donde se sueltan doce toros por el monte de Valonsadero en un encierro que llega hasta la misma plaza de toros de Soria. El encierro consta de tres tramos con dos descansaderos para recuperar fuerzas toros, jinetes, caballos y corredores.

Toda esta historia comienza unas semanas antes cuando recordamos qué es La Saca entre los amigo y decidimos ir. Todo se queda en el aire. 

En esta misma semana organizamos todo lo necesario entre todos los caballistas de esta zona para poder almorzar, comer y desplazarnos, contando con la gente que luego se quedaba en Soria y con los acompañantes que sin ellos sería imposible llevar a cabo la organización.

Salimos de Grajera mis padres Cesítar y yo (Ángel Águeda) a las 8 de la mañana y por el camino nos alcanza Víctor de Boceguillas con el que ya habíamos hablado. Llegamos al monte de Valonsadero a las 11:15 después de superar la parada reglamentaria de la guardia civil y el gran atasco que se monta desde Soria hasta Valonsadero. La saca de los toros comenzaba a las 12:00 por lo que ensillamos rápidamente a los caballos y tratamos de almorzar algo rápido para poder ir a la salida.

Hasta aquí todo bien. Fuera aparte del nerviosismo que llevábamos todos encima. Tiran los tres cohetes reglamentarios y se abren las puertas, los nervios a flor de piel que se convertían en euforia, echamos a galopar y busco el mejor camino por el que creo que puedo bajar la cuesta que pega al hotel Valonsadero, según voy bajando la cuesta, el polvo empieza a nublarme la vista hasta el punto de no ver el suelo, de repente se despeja y veo toda la pradera preciosa del ya mentado monte. Seguimos galopando y trato de recuperar el control de mi caballo que había perdido un poco y, al segundo, miro atrás y veo a un toro a escasos 10 metros de mi grupa que me obliga a acelerar cuando oigo un “clack”. Sigo mi camino sin muchas preocupaciones, cuando me doy cuenta de que mi caballo no atiende a la mano y miro. El alacrán que sujetaba la cadenilla para que el bocado pueda tener efecto se me ha partido y me veo sin freno y con el toro detrás. Trato de apartarme del recorrido de los toros y mi caballo cada vez coge más y más velocidad. Consigo llegar a la zona de la derecha del recorrido y hacer un círculo muy grande cuando de repente se me cruza un motorista al que grito para que se aparte sin respuesta siendo el choque inevitable. El caballo tropieza se recupera y sigue galopando desbocado al lado de la valla arrasando con todo y sin control. El siguiente punto de conflicto eran los profundos regueros que el caballo iba saltando con acierto, cuando le tenía, y cuando no, metía las manos y salía como buena mente podía de aquel entuerto. Uno bien, dos regular, tres horrible, unos motoristas intentaban sacar una moto del reguero cuando mi caballo sin control se acercaba a ellos y yo les gritaba para que se apartasen. Ellos me esquivaron pero la moto no corrió la misma suerte y me la lleve por delante. Por fin, consigo hacerme con el caballo y consigo a duras penas acercarme a un bendito espectador que me dejo el cordón de su zapatilla para ponérselo a modo de cadenilla. Para poner el cordón me bajo del caballo que estaba muy nervioso. Oigo a la gente gritar “cuidado, cuidado, niño que viene el toro” suelto todo, pego un brinco y subo al caballo que sale despavorido de nuevo, aunque esta vez logro controlarlo con más facilidad y pasado el toro termino de poner mi “nueva cadenilla” e ir al final del recorrido para poder bajar y buscar a los compañeros.

Nos encontrábamos ya a la hora de comer pero aún no había llegado los suministros asique esperamos un poco e hicimos un apaño con otra cuerda para intentar el segundo tramo del recorrido. Durante la comida el caballo estaba tranquilo y ya tenía un freno, por lo menos, eso creía.

Fuimos todos los caballistas a por los toros al paso y despacio. El caballo magnífico, todo bien y empezamos a mover los toros como los organizadores, que también iban a caballo, nos habían pedido. 

Suena el primer cohete y los caballos se ponen nerviosos y rompen a galopar. Al principio bien, pero empiezan todos a coger velocidad y el mío, junto con el de algunos compañeros de Saca se desboca. El mío, otra vez, sin poder pararlo aunque ya tenía freno, se pone el primero y empieza a galopar por el carril bici. Sabiendo que podía resbalar con facilidad, trato de sacarle de ahí cuando de repente “pierde las manos” (resbala) y caemos los dos con tan buen tino, que me cae encima de la pierna. El caballo se levanta y se va y a mí me socorren unos chavales de Soria diciéndome “no te muevas, no te muevas” y llamando a la ambulancia. Lógicamente, si yo iba el primero tenían que pasar todos asique hubo un momento en el que estaba tirado en el suelo y los chavales me dejaron allí por que venían los toros. Yo me acurruqué y esperé a que pasaran hasta que los chicos me ayudaron a levantarme y vino la ambulancia en la que me curaron las heridas y vieron que no me había roto nada.

Cuando quisimos salir del recorrido acompañado por estos chicos que me llevaron hasta una fuente cercana uno de los novillos se había dado la vuelta pasando por delante de nosotros pero sin hacernos mucho caso. Al momento llegó un todoterreno en el cual me subieron y me acercaron a la valla para poder salir del recorrido.

Entre tanto mi caballo le había cogido un chaval de Soria que iba con mi amigo Mario Pastor el cual nos ayudó a recuperar el caballo y sacarle del recorrido.

A mí, me recogieron mis padres en la carretera a los cuales ya les habíamos avisado. 

Mi padre nos dejó en la rotonda de la salida de Soria con una pareja de guardias civiles de tráfico y esperamos a que llegase mi tía para ir a urgencias en lo que mi padre recuperaba el caballo al que subieron a un ban en lo que terminaba el encierro.

En urgencias fueron muy rápidos a la hora de atenderme en un día tan atareado como el de ayer. Me hicieron varias radiografías y concluimos que la pierna no estaba rota y que se había quedado en un esguince.

Quedamos con mi padre en la gasolinera y nos juntamos todos porque ya había terminado el encierro. Cargamos los caballos y nos volvimos a casa a por una buena ducha y a descansar un día tan intenso.

No voy a cerrar el relato sin recalcar que esto fue un accidente y que volveremos a montar en cuanto se pueda, que la equitación es un deporte seguro en su máxima extensión pero, como en todo, los accidentes ocurren. Esto es un caso excepcional en una situación excepcional y con un riesgo añadido, en la cual el que va sabe y debe saber de qué se trata y que estas cosas ocurren.













1 comentario: