Hasta que entró ella en mi vida, como un huracán, dando la vuelta a todo, enseñándome a disfrutar de los pequeñas placeres que tiene la vida, esos que vas perdiendo con las largas jornadas de trabajo, la apatía, y el estancamiento generalizado de en una vida pseudo acomodada. Esas cosas que tiene que venir alguien como ella a descubrirte.
- ¿Por qué no vienes un día a montar a caballo?
- Vale pero solo si tu vienes a montar en moto.
Con la vitalidad y decisión que le caracteriza, fue a montar en moto. Yo no podía hacer menos que montar a caballo.
Que miedo el primer día, aquello no hacía más que moverse entre mis piernas, no había quien se estuviera quieto en la montura. Que paseo; movía la cabeza, movía la cola, daba pequeños trancos de trote, iba por donde le daba la gana…. ¿es que esto no va a acabar nunca? ¿Cuándo se va a estar quieto?
- ¿Qué tal el paseo?
- Divertidísimo ¿Cuándo repetimos?
- El finde que viene si quieres, ya sabes que yo monto todos
- ¿Para qué abriré yo la boca? ¿No estaré más guapo callado?
Sin que se enterara ella…
- Ángel, esto no es para mí, no hay quien lo maneje.
Con la simpatía selectiva que le caracteriza a mi gran amigo
- ¡ Vengaaa ! Si eres capaz de llevar ciento y pico caballos en una moto, esto es solo uno, no seas blandito.
Reveladoras palabras, que para cualquier hombre son iguales a un “No hay güevos”.
Y así poco a poco, primero alargando los paseos, ¡Qué bien parece que esto se mueve menos! Luego alguna galopada descontrolada, ¡Esto se empieza a mover otra vez mucho! Creo que vamos empeorando en vez de mejorando,
romería al Cristo del Corporario (ha pasado algún tiempecito y me siento mucho más cómodo encima del caballo), salida nocturna a Sepúlveda (otra vez empeoran las cosas, cuatro horas seguidas a caballo de ida y otras cuatro de vuelta, una ruta muy bonita, pero me paso tres días que no me puedo sentar),
raid (diez kilómetros a trote controlado, no parece difícil, lo peor, es la primera vez que me encuentro totalmente solo en medio del campo, que miedo ¿Cuál será la reacción de mi caballo?), empezar a salir solo ( por fin me hago con un caballo “propio”, creo que Ángel va teniendo más esperanzas en mis dotes como jinete y empiezo a salir solo o con otros compañeros sin que este el), y entre medias un gran número de broncas “del profe” (coloca la pierna, siéntate bien que pareces Sancho Panza, suelta la cadera, echa los hombros para atrás, esas riendas… etc.). Aumenta el grupo de conocidos, lo que primero eran unos trancos temblorosos, ahora son; divertidos paseos con los compis, excursiones y largos vermuts.
Casi sin darme cuenta y tras año y medio, llega el gran momento.
- El viernes que viene hay un encierro ¿Te apuntas?
- ¿Qué dice este loco, un encierro? ¿Qué le digo yo?
Piensa Miguel, piensa rápido una excusa buena.
- Sabes que no puedo ir con mi caballo.
- No importa, yo te dejo uno.
- El viernes no sé si me dará tiempo.
- Es por la tarde, yo lo preparo todo, según llegues de Madrid al coche.
- No sé si estoy preparado para eso.
- Yo creo que si, al fin y al cabo es poner al galope un caballo, y eso sabes. (¿Es que tiene salida para todo? ¿No le vale ninguna excusa? ¡En que lio me estoy metiendo!
Va pasando la semana y los nervios se incrementan. El miércoles recibo un mensaje de Ángel, (recuerda que hemos quedado el viernes para el encierro). Parece que esto va en serio no se le ha olvidado. El viernes a primera hora de la mañana otro, (estoy preparando todo ¿A qué hora llegas?). Ya no hay marcha atrás.
Llego a Grajera y nos vamos al encierro, el camino trascurre entre chascarrillos y típicos cotilleos de caballista, creo que me está haciendo el viaje ameno para que no me lo piense mucho, llegamos al sitio ubicamos el van y nos vamos a comer, la comida sigue por los mismo derroteros, risas bromas.
- Bueno ya es hora de preparar los caballos, pero antes te voy a invitar a una copa, que veo que si no, no te montas. Que psicología, estoy más que cagado, tiene razón, no quiero montar, pero ya que he venido hasta aquí lo tendré que hacer. Preparamos los caballos (a mí no me sujetan las piernas).
- Ángel creo que yo no voy.
- ¿Qué no vas? Anda súbete al caballo y tira.
- Que no, que estoy muy nervioso.
- Vamos a ver, es solo poner al caballo al galope, y voy a estar siempre a tu lado, ¿Crees que te hubiese traído si no supiera que eres capaz? Llegamos a la salida y las malas noticias continúan.
- Ahora cuando salgan, nos pegamos a los toros. (Pero…. ¿Este tío qué dice? Si lo sé no le dejo tomarse el chupito).
- Yo no me pego a nada.
- Bueno pues tienes dos opciones, ya no te puedes ir, o haces lo que yo te digo que es lo seguro o haces lo que te dé la gana, ya eres mayorcito. Bueno tendré que hacerle caso, hasta ahora me ha ido bien haciéndoselo.
- ¡Ya salen! Tu siempre pegado a mí y no te preocupes.
Empieza la galopada, pierdo las gafas un guante me sube la adrenalina hasta niveles incontrolables, y casi sin darme cuenta hemos terminado.
- ¿Qué tal?
- Una pasada, deseando repetir.
Solo queda agradecer a dos grandes personas mi entrada en el mundo hípico:
Ángel por ser de quien he aprendido todo lo que se en este mundo y espero que siga enseñándome, no llegaré a ser nunca
Pablo Hermoso de Mendoza ni tan siquiera Lucky Luke, pero ya puedo decir que gracias a él me mantengo encima de mi caballo.
Alba por engancharme a esta “droga” y ser la persona con la que espero y deseo compartirla siempre.