El pasado sábado 2 de diciembre, se celebraba la segunda trashumancia en las instalaciones de nuestro Centro Ecuestre.
Amanecía con frío, el campo helado, los caballistas con dudas y precaución y bueyes y caballos preparados para lo que tocara esa jornada.
Se retrasó la hora prevista de salida puesto que el estado de carreteras hacía más lenta la conducción del camión que traería los bueyes y de los caballistas que venían hasta Grajera para participar en la actividad.
Al fin, hacia las 12 de la mañana nos encontrábamos en la zona de salida, veinte jinetes y amazonas, 7 bueyes, un puñadillo de aficionados en sus coches y con sus cámaras de fotos y veinte caballos que reunían tensión y templanza. Pepe Trilla, encargado de los astados, nos daba las pautas básicas de pastoreo de bueyes y los nervios se empezaban a sentir.
Fue una salida tranquila, arropamos a los bueyes para empujar una marcha al paso, controlada, y dirigirnos al monte de Grajera donde comenzaba la aventura propiamente puesto que el camino amenazaba resbalones y nos vimos con la necesidad de pisar el terreno más poblado de vegetación confiando en que sujetara mejor los cascos de nuestros queridos caballos mientras sorteábamos árboles y vigilábamos a los bueyes tapando huecos por dónde ellos intentaban desviarse. Pura vida.
La tensión de ver los cuernos enormes que gastan los bueyes tan cerca de ti y tu caballo, la adrenalina de las galopadas en explanadas cuidando de seguir teniendo reunido “el rebaño”, el miedo de caer por algún quiebro del caballo, retrote o resbalón, la tranquilidad de llevar a profesionales al lado, la ausencia de sensación del frío por la concentración que traía la tarea, la necesaria confianza en el caballo que llevas, la pasión por el campo, por el caballo, por la compañía de amigos, por el buey, y por la vida. ¡Qué belleza!
Recorrimos, pues, el monte de Grajera, desde la subida del río hasta la bajada a la rotura, donde hicimos un parón y decimos subir a La Hípica, pues había un grupo que prefirió dejarlo ahí, mientras otros aceptábamos con más resignación que cualquier otra cosa.
Al llegar a La Hípica, en una de nuestras pistas pudimos hacer labores de aparte de ganado con los bueyes, entrado de uno en uno con el rebaño. Un auténtico regalo.
Después de esto nos esperaba el almuerzo, y la distensión que crea la barra del bar, para comentar la jornada y ya vislumbrar los siguientes encuentros.
Mencionar que entre el grupo de participantes había dos niños de 10 y 11 años que llevan 4 y 2 años recibiendo clases de equitación con nosotros y que, como nosotros, sienten la pasión de todo lo que rodea el mundo del caballo y no dudaron en participar. La nobleza del caballo que dirigían cada uno, los permitió disfrutar de la ruta y a nosotros comprobar que vamos por buen camino con su formación.
La exquisita comida, potaje de garbanzos y pollo guisado, puso la guinda a las delicias de la experiencia, y lo que vino después fue ya fruto natural de estos encuentros que invitamos a todos a conocer y que agradecemos a todos los que estuvieron.
Os dejamos alguna foto de la II Trashumancia de "La Hípica.
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